El proyecto parte de la reflexión sobre el contexto histórico y del análisis crítico del programa de la futura escuela en el Casco Viejo de Pamplona. Del estudio de los primeros planos de Pamplona, conservados en el Archivo General de Navarra, se comprueba que el solar, que actualmente se percibe como una plaza íntima y cerrada, había sido históricamente un espacio abierto hacia el norte de la ciudad.

Elementos como el rotundo muro perimetral del convento de las Carmelitas Descalzas, la compositiva fachada trasera del edificio INAP, el singular Laboratorio Agrícola y la majestuosa secuoya (declarado monumento natural de Navarra) poseen la entidad suficiente como para convertirse en la nueva “fachada norte” de la ciudad histórica.

El proyecto pone en valor esta condición latente, recuperando un carácter previamente existente pero oculto, devolviendo así al solar su condición de plaza abierta y elevada respecto a la calle del Redín. El programa emerge levemente a modo de basamento urbano, desde el que la música pueda resonar y mirar al horizonte al resguardo del viento, en el nuevo graderío proyectado bajo la sombra de la secuoya. 

En la medianera del edificio de viviendas contiguo, se incorpora una esbelta torre, que actúa a modo de hito visual y de transición entre la escala monumental del entorno y la escala más cotidiana de la manzana en la que se inserta. 

Además, la muralla deja de ser una frontera de la parte histórica y la parte baja, transformándose en una nueva conexión alternativa que facilite la complicada subida del portal de Francia, conectando el foso de las murallas con la nueva plaza. El interior de la muralla pasa a albergar un auditorio con vistas, que enriquece la oferta escénica y responde a la creciente demanda de espacios culturales en la ciudad.